Ciertos modelos sociales nos
atrapan y seducen peligrosamente en etapas fundamentales de nuestras vidas:
justo cuando las personas estamos construyendo nuestro propio yo, cuando
forjamos nuestra identidad, modelos que mantienen la ideología imperante del
grupo, lo cual hace difícil el
cambiarlos. Si hacemos memoria, podemos ver la importancia de las primeras
relaciones y de cuánto puede marcar el futuro de una persona. Aún conscientes
de la existencia de conductas poco igualitarias, no las identificamos como tal,
por considerarlas inevitables o naturales, como parte del orden de las cosas, muchas
veces por miedo a sentirnos personas solas o rechazadas.
El manejo del significado de amar y
de ser amad@ es muy pobre. El amor es un concepto demasiado vinculado a antecedentes culturales y por el que no todo el mundo entendemos lo
mismo. Para algunas personas, un sentimiento de gozo y de compartir libremente
y, para otras, un amor basado en ideas preconcebidas de lo que debe sentir un
hombre y lo que debe una mujer.
Precisamente ese amor romántico, el gran mito de amor cautivo, amor cortés o el cantar de juglares y
trovadores, se erige en la clave de por qué es tan difícil acabar con falsas
creencias y expectativas platónicas. Todo ese amor, en sí mismo, construye una
fantasía sobredimensionada que difícilmente puede dirigir, razonablemente, la
vida de nadie. Transmite una idea preconcebida de lo que significa estar
enamorada/o, para luego frustrar cuando las expectativas no se ven cumplidas,
impidiendo encontrar una salida real a ese circuito tramposo que es el amor
romántico.
En mi caso, la herencia de esa idea me llegó a través de literatura
barata, compartida entre amigas del primer año de instituto, basada en modelos
amorosos posesivos y sexuales, nada igualitarios. A pesar de la biblioteca
envidiable de mis padres, quise empaparme de aquellos folletines que exaltaban
una feminidad europea occidental, sólo propia de la mujer burguesa, construida
sobre la idea de mujer como el sexo débil, frágil, asexuada, más emotiva y menos racional. Una visión que, en
realidad, respondía a una pequeña parte de la sociedad femenina, que nada tenía
que ver con la mujer de origen humilde, del campo o trabajadora, porque éstas no
crearon modelo femenino alguno. Una imagen de mujer burguesa, digo, que sigue
impregnando el cine y la pequeña pantalla, donde las pocas
detectives intrépidas, impecables y de tacón de aguja, siempre van de la mano
de un compañero protector, guapo, único
y estupendo.
Y así es como una mentira tan
gorda va transitando a sus anchas por nuestra sociedad sin modificación, como sigue
fluyendo la invención de que somos seres débiles o poco inteligentes, para
según qué cosas, con nuestra innata maldad femenina, sorprendentemente admitida
incluso por las mismas mujeres. El proceso de socialización diferencial marca
en el amor un hecho fundamental. Y si antes había una explicación, por salir de
un régimen franquista, con la exaltación de la masculinidad que ello
conllevaba, ¿cómo es que ahora, con generaciones actuales, esta tendencia no se
ha suavizado?
Asisto pasmada a un escenario
repleto de parejas sumidas en relaciones de dominio y de amor romántico, entendido
como única fuente de felicidad, el de comer perdices, el omnipotente que todo
lo puede, el eterno, el que mueve montañas, el que cambia a personas, el de la media
naranja, aquél que está sólo a un paso del odio….En definitiva el amor
romántico es el más dañino, el más perverso, una fuente de sufrimiento construida
sobre la idea de falsas creencias de idealización sobre otra persona, porque es
la gran coartada de la violencia contra las mujeres. No olvidemos que todos los
grandes dramas y asesinatos de las mujeres, empiezan precisamente por el mito
romántico.
Por eso, es importante atacar el
núcleo duro de estos mitos, que nuestros chicos y chicas los “desactiven” para
que pierdan su fuerza. Ayudarles a cambiar el orden de las cosas, sin ceder a
las presiones sociales y de grupo. Que vean que no tener una pareja no impide
ser feliz ni se pierde la vida, ni ello debe generar un sentimiento de fracaso.
Impedir que la idea patriarcal susurre a nuestros hijos e hijas, en su micro
mundo, que el poder es masculino e impune, porque eso no es lo real.
Atentos a los componentes de la
socialización y de influencias, porque el verdadero significado de amar y ser
amad@ no es luchar por tu amor, renunciando a todo, ni sacrificarte por una
persona que sólo quiere recibir. No somos seres para otros seres, no somos
satélites del deseo ajeno, porque eso no es racional, eso es una ficción
amorosa producto de la fascinación inicial del sentirse enamorad@ que luego
pasa a la confusión, al no cumplir expectativas.
Aconsejo, como alternativa preventiva
y curativa, el uso de terapias feministas, como herramienta válida para determinar nuestros propios destinos, sin voluntades
ajenas que legitimen conductas sexistas.
(Sigo con atención a Esperanza Bosch Fiol, investigadora de la universidad
de Baleares, que ha realizado estudios muy
interesantes sobre la aceptación social del modelo de amor romántico y su relación
con la violencia contra las mujeres en la pareja).